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Prólogo


Nemo

Viernes 13 de Noviembre - 06:38 a.m.

El sol comienza a emerger por el horizonte bañando con su destello mi ciudad, creando un maravilloso juego de luces y sombras, arrebatándome el aliento y liberando, como tantas otras veces, una lágrima por mis mejillas. Las alimañas de la noche se refugian, de nuevo, en sus oscuras madrigueras, esperando la vuelta de su antifaz. Ésta es mi ciudad, la ciudad sin nombre, salvaje, brutal, cuna de cultura y progreso, de violencia y destrucción, de secretos y máscaras, capaz de engendrar la belleza más deliciosa y los sentimientos más macabros y oscuros. Ésta es mi ciudad, mi hogar, mi refugio. La admiro, la necesito y, sobretodo, la temo. Cada edificio que se perfila desafiante, desde Pidgeon Square hasta Lass Dermont, todas sus tiendas de lujo, hoteles y clubes de actualidad; las colapsadas calles del distrito empresarial, de Rue Bijou al Homenaje, con sus atareados negociantes, que corren, día a día, hacia sus quehaceres, con una mano en el maletín y la otra llena de cualquier comida basura; las largas diagonales de los barrios del Midtown, desde la Avenida Newton a Siddharta Gautama; las Tablas, con sus innumerables y perfectos barrios cuadrangulares; Apple Hat y Límite con sus barrios pobres y las chabolas del extrarradio, que resguardan y poseen a los dos tercios de la población de mi amada urbe. Pero, como olvidar los Jardines de Semíramis o, coloquialmente, los Jardines Colgantes, esa selva salvaje y profunda, maravillosa y feroz, disimulada en el mismo centro de las Tablas, limítrofe con Apple Hat y sometida al dominio de los auténticos hijos e hijas de esta ciudad del infierno.


Como ella, no tengo nombre, soy una sombra del tiempo, un observador encarcelado entre estas cuatro paredes, podridas, tan viejas como mi alma. Aquí permanezco en un silencio expectante, capturando en papel las frugales vidas, que vienen y van, de este nido de ratas, mientras espero a que llegue el momento en el que deba cumplir mi auténtico cometido. Soy la balanza entre el caos y el orden, el hacha del verdugo, el juez sin tribuna...Yo no puedo ser sin ella, tanto como ella no puede ser sin mí...Ella me admira, me necesita y me teme...Y sé, que mi regreso está próximo...

3 comentarios:

Ainis dijo...

Siempre me han gustado los inicios de las historias, quizá igual que los finales abiertos, pues dan pie a que mi mente de vueltas sintiendo curiosidad.

A ver si sigues despertando esa curiosidad, en tus manos lo dejo...

Anónimo dijo...

te leo

Murf dijo...

oh dios mío!! un lector misterioso